Aun cuando hoy en día las lenguas de señas se utilizan casi exclusivamente entre personas sordas, el uso de las señas como sistema de comunicación es tan antiguo en la historia de la humanidad como el de las lenguas orales, o incluso más, y también han sido y continúan siendo empleadas por comunidades de oyentes.
De
hecho, se cree que algunas tribus indígenas de Norteamérica utilizaban las
señas como método de comunicación entre distintas etnias que no compartían la
misma lengua.
En
el siglo XVI, Jerónimo Cardano (médico de Padua, en la Italia norteña),
proclamó que las personas sordas podrían hacerse entender por medio de
combinaciones escritas de símbolos, asociándolos con las cosas a que ellos se
referían.
En
el año 1620, Juan de Pablo Bonet, realiza una publicación considerada como el
primer tratado moderno de fonética y logopedia, en el que se proponía un
sistema de enseñanza oral para las personas sordas, mediante el uso de señas
alfabéticas configuradas unimanualmente.
Así
se divulga en Europa, y posteriormente en el mundo, el llamado "alfabeto
manual", destinado a mejorar la comunicación de personas mudas, sordas y
sordomudas.
En
dicha obra aparece un abecedario ilustrado mediante grabados calcográficos de
los signos de las manos, que representan las letras del alfabeto latino.
La
edición fue traducida a distintos idiomas, y Charles Michel de l'Épée, publica
en el siglo XVIII su alfabeto, sobre la base del divulgado por Bonet.
Este
nuevo alfabeto es básicamente el que ha llegado hasta la actualidad, siendo
conocido internacionalmente como alfabeto manual español.
En
1817 Gallaudet fundó la primera escuela norteamericana para sordos, en
Hartford, Connecticut, y Clerc se convirtió en el primer maestro sordo de
lengua de señas de los Estados Unidos.
Pronto
las escuelas para personas sordas comenzaron a aparecer en varios estados, y un
total de veintidós escuelas se habían establecido a lo largo de la nación en el
año 1865.
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